miércoles, 6 de noviembre de 2024




AQUI COMIENZO EL NUEVO CAMINO

con el alma embarcada del triste tormento

subyugan mis sienes de triste destino...
y con mis ojos muy rojos sigo mi sino.

Pesa en el aire un silencio mortal,
una carga invisible, un lamento ancestral;
las sombras se arrastran, no hay sol en mi andar,
y al cruzar esta senda, no hay marcha atrás.

Por el sendero polvoso, un eco en el viento
me dice que siga, que no cese el intento;
mas a cada paso, el suelo me llama,
y ​​me envuelve en sus brazos de oscuridad calma.

Miro a mis manos, temblorosas, cansadas,
surcos de historia en sus palmas marcadas;
Cicatrices que cuentan batallas sin fin,
y un corazón herido que aún tarde en su ruina.

¿Cuántas veces caí en la fría penumbra,
luchando en las sombras, temblando en la umbra?
Y aunque mi espíritu clama por paz,
mi destino insiste, no me deja en paz.

Los recuerdos se alzan, como espectros de antaño,
me persiguen sin tregua, me hunden al daño;
rostros queridos que ya no están aquí,
cuyas voces susurran, no olvides de mí.

Las estrellas arriba, tan frías y lejos,
se ocultan al verme, recelosas, complejas;
Tal vez saben algo que yo no percibo,
un secreto inmutable que aún no he entendido.

Llevo en mis hombros la carga pesada
de un pasado olvidado, de una vida quebrada;
y aunque intento, en vano, olvidar el dolor,
me aferra la pena, me ata el rencor.

Pero el alma se forja en los duros senderos,
en cada caída, en cada desvelo;
y aunque duela andar este camino sin fin,
algo en mí insiste, se niega a rendir.

La noche, compasiva, me tiende su velo,
cubre mis miedos, mi fragancia, mi desvelo;
en su abrazo oscuro me deja llorar,
y el alma se alivia en su eterno suspirar.

Quizás en el fondo de esta honda tristeza
haya un rayo de luz, una pequeña certeza,
que me diga que el día ha de llegar
cuando logre finalmente descansar.

Sigo adelante, sin ver el final,
aunque el pecho me pese, aunque duela el andar;
no es la esperanza lo que me sostiene,
sino el simple hecho de que el tiempo no frene.

Caminar en el lodo, en la amarga arena,
esculpe en mi piel esta gris condena;
mas en el fondo un susurro me alienta,
"resiste", me dice, "la fuerza es tu esencia".

Hay algo de noble en esta tristeza,
en el peso que llevo, en mi ser sin defensa;
Quizás el dolor tenga un porqué,
quizás algún día lo logre entender.

Los árboles callan, no juzgan mi duelo,
observan en silencio, me brindan consuelo;
Parecen decirme que todo pasará,
que toda herida finalmente sanará.

Y en este errar, en este doloroso viaje,
he aprendido a amar cada detalle,
de la pena y la gloria, del llanto y la risa,
que tejieron mi vida y la hicieron precisa.

Así avanzo, con ojos cansados,
mi alma partida, mi espíritu anclado;
y aunque mi corazón grita por calma,
sigo adelante, sin miedo ni alma.

Pues la vida, aún rota, aún duele en la piel,
es también una danza, es un cruel carrusel;
y aunque duela seguir, aunque duela el andar,
aún queda esperanza en el triste soñar.

En este camino me pierdo y me hallo,
a veces me rindo, a veces batallo;
y aunque el fin me llame, lejos y oscuro,
en mi pecho tarde un fuego seguro.

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